Esta tarde, perfumada de silencios, entre arroyos trepidantes, fecundas arboledas y brotes tiernos de silvestres azaleas, azotado por la ira incesante de una lluvia colérica, viajaba EL CORAZÓN DEL OTOÑO, camino de Fuente Palmera, atravesando, intrépido, sus campos.
La asociación San Isidro Labrador me aguardaba con la ilusión teñida de azahar sobre sus níveas cabezas; con sus manos pardas, curtidas en la labranza de la tierra; con sus labios, almibarados por los recuerdos aún sin perder en los entresijos traicioneros de la memoria; con sus palabras, abrigadas al amparo de viejos sueños y quimeras.
Mujeres que cuidan el mundo; que sostienen con sus brazos; que acogen; que consuelan; hombres, que fueron del trabajo esclavos, de yunta y azada, con rostros forjados por el sudor, por el valle y por la sierra; gente con nombres de gente buena... Tere, me gusta escucharte con las puertas del alma de par en par y los ojos semiabiertos. Rosi, por tu fortaleza, tu lucidez, tu entereza; Ana, por tu dulzura y tu alegría entristecida; Manuel, por tu ternura y tu inteligencia; Enriqueta, por tu lucha imperecedera, por tu firmeza; Andrés, por tu infinita bondad, por tu sensibilidad, por tu grandeza. Y a tantos otros, que admiro y quiero.
Qué hermosa lección de sabiduría hay en vosotros, el agua y la sal de la tierra, el trigo de la molienda !
Qué despliegue de amor se despierta en los costados de mi alma, cuando dejo mis ojos quietos en los vuestros!
Qué extraordinaria emoción sentirme una más entre todos !
Gracias, Fuente Palmera!
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