Iniciaba la mañana de hoy de una manera especial. José Antonio Lora Rubio me enviaba esta reseña de mi novela DÉJAME QUE LLORE. Tras leerla, me sacudió una intensa emoción, sobre todo, porque procede de alguien cuyo dominio de la poesía es sencillamente exquisito y porque viene de un ser extraordinario, a quien me unen intensos vínculos de cariño, desde que ambos éramos adolescentes.
Esta es su reseña...
" Leí hace unos días "Déjame que llore", de Mari Carmen Navarro
Ruiz. He necesitado que pasen unos días, que se me pase el temblor en el alma, el sobrecogimiento en la carne, para poder escribir una reseña.
Ha pasado ese tiempo con su caricia de aceite de argán sobre los arañazos de su lectura.
"Déjame que llore" debería ser un libro de obligada lectura en los institutos de enseñanza, en los olvidadas asambleas adolescentes, en aquellos retiros de ejercicios espirituales para calmar el ardor de la sangre juvenil, en los seminarios de humanidad. Pero no quiero adelantar conclusiones.
Vayamos primero desbrozando el precioso, frondoso bosque lingüístico donde Mari Carmen nos sumerge, nos aturde, nos deja perdidos, alucinados sin remedio. ! Qué mágica, qué hábil, qué maestra palabrera está hecha esta autora: nos embellece las imágenes, las enjabelga con cal radiante, nos endulza con melifluos adjetivos, nos enerva con aromas montaraces, recrea el mundo con pinceladas impresionistas, y entonces sentimos, apenas sin darnos cuenta, la violación en nuestras entrañas sobre la desnudez de una mesa de maderas viejas, nos descerraja una descarga tras otra, como si fuésemos nosotros los ajusticiados, sentimos la patada infame arrojándonos a la fosa impune.
Mari Carmen hace que nos pongamos dentro del pellejo de cada personaje, nos sentimos cautivados con la mirada única de cada uno, nos sumerge en las brumas de sus mundos inmiscibles: el mundo de los ricos que llevan siglos heredando la tierra, y el de los pobres, los parias desarrapados que les toca siempre, una vez y otra, la miseria, la injusticia y el hambre. Pero Mari Carmen no se queda ahí, y pone negro sobre blanco la injusticia que lleva impresa nuestra especie desde que se irguió bípeda sobre la Tierra: la injusticia, la desigualdad de género asumida como una costumbre, como un hecho natural. Dolores, alter ego de la autora, representa a todas las mujeres, a la sufriente feminidad de la historia. Pero quiero decir alto y claro que a mí me representa, harto hasta los huesos de esta masculidad bruta, insensible, de machos erectos y asesinos, incapaces de sentir afectos sinceros, amores puros como no sean por sus egos personales y sus posesiones.
Yo soy Dolores, y soy Mari Carmen, y todas esas mujeres de la historia que han sido violadas como una abyecta costumbre, por el mero hecho de serlo, los seres más hermosos, más fecundos, más amorosos y humanos que existen.
Mari Carmen pone su alma exquisita en estos seres sublimes, los desheredados entre los desheredados, los miserables entre los miserables: las mujeres. Ahí me ha conmovido hasta límites insospechados, y he llorado como un niño. Aún perduran en mi el estremecimiento de su escritura.
Ahora concluyo, retomando lo dicho en un principio: la obligada lectura de su novela en los centros de enseñanza. Porque ya sabemos que la historia que no asumimos como nuestra, aunque nos duela y nos desgarre y nos quebrante como lo hace su novela, estamos condenados a repetirla, como un karma que vuelve del pasado a exigir su diezmo de enseñanza, los espíritus que regresan cuajando nuestra vida de ponzoñas y fantasmas.
No me digáis que no os suena esta realidad que estamos viviendo, esta añoranza imposible de los monstruos de nuestro pasado más reciente?
Mi más sincera admiración, mi más noble reconocimiento por "Déjame que llore", de Mari Carmen Navarro Ruiz, una pequeña novela de las más grandes que he leído."
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